En mi trayectoria médica hay casos que recuerdo de un modo especial. Sea por su dificultad, por la paciente o por cualquier otro aspecto. Un ejemplo es el de una paciente de siete años que acudió a nuestra consulta hace ya algún tiempo. Esta persona presentaba un caso de verrugas múltiples en mosaico localizadas en la planta del pie derecho, muy molestas al caminar. Además, presentaba otras dos verrugas en dos dedos de la mano derecha.
No era la primera vez que se trataba. Ya había acudido al médico en diferentes ocasiones y había sido tratada con diferentes métodos: desde tratamientos tópicos hasta criocirugía. Lamentablemente, no solo no habían dado resultado, sino que incluso provocaron el aumento del tamaño de las lesiones.
Una vez en la consulta, lo primero que hicimos fue analizar su historia clínica. Ésta era normal: sin signos de inmunodeficiencia, atopía o alergía. Procedimos a explorar físicamente la zona y comprobamos que las verrugas ocupaban prácticamente la mitad de su pie.
Tras la exploración física, comenzamos con las pruebas de laboratorio habituales. Al igual que en otros casos de verrugas extensas, encargamos una analítica completa: hemograma, velocidad de sedimentación, hierro, calcio, proteínas totales, glucosa, colesterol e inmunoglobulinas.
Con los resultados en la mano, podíamos comenzar a perfilar el mejor tratamiento. En este caso, la cifra de inmunoglobulinas era baja dentro de la normalidad. Por esta razón optamos por darle glicofosfopectical (inmunofreno) en una dosis de dos sobres durante un mes. El resto de la analítica era normal.
El tratamiento
Más de una vez hemos insistido en la necesidad de siempre partir de un buen diagnóstico personalizado para poder realizar cualquier tratamiento. En esta ocasión, y debido a que el paciente era un niño de 7 años, decidimos trabajar de manera coordinada con nuestro anestesista. Éste le realizó una anestesia plantar con un bloqueo troncular del tibial posterior de manera que pudiésemos aplicar el láser sin ningún tipo de molestia para el paciente.
En cuanto a la aparatología, empleamos el equipo V-Beam II en su variante de colorante pulsado. En concreto, recurrimos a la pieza de 5mm con una duración del pulso de 0.5 a una energía de 25 julios. Aplicamos pulsos repetidos (2-3) sobre la misma zona hasta un total de 127. Tres días tras la sesión, el paciente presentaba una ampolla que tuvimos que drenar y que le provocó alguna molestia al caminar.
Superadas las molestias, seguimos tratando las verrugas con curas de clorhexidina hasta que, en el plazo de seis semanas, desaparecieron sin dejar ninguna lesión residual.
Por lo tanto, considero que el empleo del láser como se ha descrito arriba, es el tratamiento idóneo para este tipo de lesión por la rapidez y la efectividad de los resultados además de que evita cualquier tipo de cicatriz en la planta del pie, de modo que el paciente no experimente futuros problemas al caminar.